martes, 22 de mayo de 2018

Lobos y mastines



Como estoy jubilado y tengo una pierna fastidiada cada vez me cuesta más andar, estoy harto de ir al gimnasio a descubrir que tengo más goteras de las que pensaba, de sentarme tres veces por semana en la Biblioteca Nacional porque ya no me meto en líos filosóficos y para leer los Episodios nacionales no me merece la pena coger el metro. Hace tiempo me di de baja en el Ateneo porque estaba harto de tipos raros. Por todo esto, decía, paso mucho tiempo en casa (como todo el mundo) dedicado a ver cine malo en la tele o bueno en el video, leer las novelas de Arturo Pérez Reverte (Falco y Eva por ejemplo) o de Almudena Grandes (Los pacientes del doctor García), ir a museos y exposiciones, algún que otro viaje (todo según el manual del buen jubilado), oír ópera en modo “desatento”, incluso en el Teatro Real… en fin, una pena, está claro que la música no es lo mío pero me esfuerzo (Pulp fiction); también leer a Patrick Modiano, el premio Nobel, en francés (es asequible, se aprende pero sus tramas son un tostón top) y preparar alguna que otra entrada para mi blog por pura distracción.
Esta es la razón por la que, como a San Agustín, me interesan ochenta y tres diversas cuestiones. Una de ellas es la defensa del ganado lanar del ataque de los lobos mediante perros mastines. Es un tema que me atrae más de normal y no sé por qué ni me molesto en saberlo. En cuanto entro en YouTube me salen directamente todos los videos disponibles. Después de navegar un tiempo he llegado a las siguientes conclusiones:
La primera es que hay muchas razas de lobos: gris, ibérico, ártico, árabe, rojo, etíope. Y dentro de cada raza hay lobos con distintas características: edad, tamaño, inteligencia, valor… de ahí la estricta jerarquía en una manada de entre seis y diez miembros, liderada siempre por una macho alfa y una hembra alfa. Aquí nos referimos al lobo ibérico. Un lobo alfa puede medir hasta 90 centímetros de alto hasta el hombro y pesar 70 quilos. La hembra es un veinte por ciento más pequeña.
No hay ninguna raza de perro que pueda enfrentarse con éxito a un lobo en su hábitat, ni siquiera el pastor del Cáucaso, un perro enorme que los pastores rusos y de otras regiones del Este de Europa utilizan para la protección de sus rebaños. Los grandes ejemplares tienen un peso y una envergadura similar a un gran lobo. El dogo tibetano, el lobero irlandés, el alabái de Asia Central, el kangal turco, el mastín inglés son incluso mayores. Pero el lobo es un animal salvaje; más rápido, fecundo en ardides, dientes más grandes, y un cráneo balanceado para ejercer una mordida o presión de las mandíbulas superior a cualquier perro. Se necesita más de un perro para vencerlo. Les recomiendo este impresionante video.


En nuestro país se utiliza el mastín español o leonés (ambas denominaciones son aceptadas), de similares características al resto de los perros guardianes del ancho mundo. El perro de protección, en general y en especial el mastín de trabajo, suele estar protegido por carlancas loberas o collares de acero de varias filas de púas que protegen el cuello (carlancas de defensa) e incluso el pecho (carlancas de ataque). Los fabricantes las hacen a medida por encargo y son una herramienta imprescindible. Échenles una hojeada en Internet. Son un artefacto medieval. 
Un pastor que traslada su rebaño de doscientas cabezas a zonas de alto riesgo, por ejemplo a los fértiles valles de Cantabria donde crece una jugosa hierba que las ovejas pastan con deleite, debe llevar una docena de mastines pertrechados para evitar el ataque de la manada. Al amanecer, los lobos acechan desde las alturas. Los perros entrenados se sitúan en círculo, equidistantes, alrededor del ganado. Los dos machos dominantes patrullan en direcciones opuestas en torno al círculo. Un pastor precavido suele llevar (por si las cosas se ponen feas), además de un puntiagudo cayado, una escopeta recortada escondida en el zurrón por aquello de que el lobo es una especie protegida. A veces el sonido de un disparo al aire es suficiente para ahuyentarlos. Esta estrategia funciona en prados de cinco o seis hectáreas como máximo donde el ganado permanece agrupado pero no es eficaz con la ganadería extensiva. 
Un ejemplar aislado en cuanto ve a los perros se retira. Sabe que en un encontronazo puede resultar herido y no volverá a cazar. En pleno día es muy raro el enfrentamiento entre lobos y mastines. Ni siquiera cuando van en manada. Lo más que se produce son conatos de aproximación. El macho alfa avanza cauteloso hacia el ganado y de inmediato dos mastines, los líderes, lo flanquean a diez metros en actitud vigilante, sin mostrar agresividad, mientras los demás, bien entrenados, se mantienen desplegados en cuña. El resto de la manada, cinco, se detiene con la hembra alfa al frente. El pastor se deja ver en retaguardia arma en mano. Los mastines no buscan el enfrentamiento sino la intimidación; lo que intentan es alejarlos. Si el alfa retrocede los demás le seguirán. Si los lobos se marchan a trote ligero, los perros mantienen la posición pero no los persiguen. Sólo si la manada ataca, harto improbable, tanto por el número, tamaño y carlancas de los mastines como por la presencia del hombre, la batalla está garantizada.  Puede haber disparos y no a las nubes. Siempre se puede alegar defensa propia si aparece por allí la guardia civil rural. Cargarse al macho alfa es la solución más rápida; pero a ver quien es el pastor que le pone el cascabel al lobo. En cualquier caso, es un drama ecológico. 
El lobo prefiere cazar de noche. Si el rebaño descansa al raso es muy vulnerable. Las bajas son probables. Por eso los buenos pastos cuentan con espacios donde se refugia el ganado al caer la tarde. De hecho los feroces enfrentamientos entre lobos y mastines se producen cuando el depredador ataca a las ovejas tras saltar o sortear las vallas del aprisco. Suelen ser parejas de lobos solitarios, o macho y hembra jóvenes o dos hermanos que han cambiado de territorio y tratan de formar una manada. Son ejemplares de gama media-alta. No son los grandes “alfa” que dirigen un grupo estable. Atacan amparados por la oscuridad y pueden matar alguna oveja antes de que los mastines reaccionen y se enfrenten sin cuartel a los asaltantes que en cuanto muerden las carlancas suelen batirse en retirada. Si uno de los lobos es acorralado puede darse por muerto.
El lobo, el mastín y la oveja son animales extraordinarios. El sistema de defensa descrito es el más eficaz para que ninguna de las tres especies sufra daños irreparables. Son muy pocas las pérdidas. Detestamos la carnicería de ovejas indefensas, la muerte de perros inteligentes, como los collies, adiestrados para pastorear pero no para defender al ganado, así como la masacre indiscriminada de lobos en batidas y cacerías.
Por cierto, no sé si saben que se utilizan con éxito asnos zamorano-leoneses en la defensa del ganado contra los lobos.

Para nosotros es un proyecto importante. Pretendemos demostrar con argumentos que los burros pueden proteger los rebaños y compatibilizar el lobo con la ganadería. Zamora es una de las provincias con más lobos en España y, por eso, nos parecía adecuado trabajar en este contexto geográfico», añadió, informa Ical.
En este contexto, el biólogo explicó que ciertos burros «tienen aversión» a animales que se acercan al rebaño y presentan reacciones que pueden aprovecharse para la defensa de los rumiantes. «Son animales grandes, con mucha fuerza y que pueden matar de una coz y perseguir a perros asilvestrados, zorros o lobos. Tienen buen oído, viven integrados con otros herbívoros y rebuznan y asustan a los depredadores.

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