domingo, 18 de febrero de 2018

Los cinco axiomas del fútbol


Según el diccionario de la Real Academia Española un axioma es una proposición tan clara y evidente que se admite sin demostración. Estos son, como en la geometría de Euclides, los cinco axiomas o principios del fútbol.

Primer axioma: El fútbol no sería nada sin la televisión. Los jugadores se llevan una buena porción de la tarta de fresas con nata pero hay otros invitados. ¿Alguna vez se han parado a pensar cuánta gente vive del fútbol? Tenía razón Cristiano Ronaldo (¿o fue Dani Alves?) quien dijo que si se paga una cantidad estratosférica por un jugador es que lo vale. Es decir, a corto o medio plazo el club recupera la inversión, la centuplica y reparte directamente con los poderes fácticos (derechos de televisión, federaciones nacionales e internacionales, representantes de casi todo) o indirectamente (patrocinadores, marcas deportivas, casas de apuestas, prensa deportiva, programas de radio repletos de publicidad, etc.). Los borreguitos pagando… como yo, que estoy suscrito a Movistar fútbol a precio de oro. La mayoría de los padres estamos dispuestos a dejar en la indigencia a nuestros hijos antes que perdernos la Liga y la Champions.

Segundo axioma: ganar, ganar y volver a ganar. Hay, por tanto, que fichar a los mejores como sea. Cifras de escándalo. Pero para que el fichaje sea rentable con mayúsculas se tienen que dar tres condiciones: que sea tan bueno como dicen; que tenga un efecto multiplicador en cada jugador de la plantilla y, por tanto, en el conjunto; y, finalmente, un entrenador que tenga la virtud y la fortuna de convertir el caos en armonía. Entonces el oro fluye. Un ejemplo entre muchos: si la cosa prospera, la nueva estrella hará que se vendan en las tiendas oficiales del club y franquicias del ancho mundo un millón de camisetas con su nombre y medio millón de media con el de sus compañeros. Aunque hay una excepción al axioma nada desdeñable: la compra de clubes por un multimillonario entre chiflado y emprendedor, astuto negociante cuya especialidad es vender humo. Si pintan bastos (consecuencia inevitable pues era el fin que buscaba), entre embrollos legales, chanchullos fiscales, enredos políticos, sobreprecios de jugadores, compraventa de activos a la baja y comisiones millonarias, acaba por arruinar al club que no gana un partido desde hace seis meses. Tras un montón de promesas incumplidas y falsas soluciones, al culpable del desastre solo le queda volar a su país con los bolsillos llenos tras el reparto de culpas e incompetencias. Y si te he visto no me acuerdo.

Tercer axioma: todo es negocio. Resumen de los anteriores. Los clubes de gama alta, los que ganan títulos, son máquinas de fabricar dinero. Las multinacionales europeas del equipamiento deportivo están metidas hasta el cuello. El mejor equipo de la galaxia, según muchos, está presidido por un empresario de guante blanco y mano de hierro. Los propietarios de su "eterno" rival también son empresarios, alguno de turbia tradición, para que vamos a engañarnos. El otro mejor equipo del universo es el rey de los juzgados: follones fiscales, fichajes opacos, querellas presidenciales...  
Algunas multinacionales no europeas invierten en paquetes de acciones de un club “con proyección” sin llegar, por el momento, a ser mayoritarias en el consejo de administración. A mí no me gusta lo de Wanda delante de Metropolitano. Por cierto, Wanda ha vendido sus acciones a un millonario israelí, aunque antes se ha asegurado de mantener su nombre en el estadio a cambio de vagas promesas. El siguiente paso en el reparto de la tarta es el proyecto del fútbol-Estado. Ya me contarán de donde ha sacado el contante el Paris Saint Germain para pagar fichajes de más de doscientos millones de euros la pieza. Grandeur La France! Las Federaciones miran a otro lado aunque se incumplan sus propias normas de fair play financiero. Por eso eligen a presidentes que les hagan el caldo gordo. Los escándalos de corrupción en la cúpula nacional e internacional son y han sido sonados. Si el dinero existe todo está permitido (diría un Dostoievski agnóstico). O el fútbol chino, o sea el Estado que todo lo sabe y todo lo puede, que tienta tanto a viejas glorias como a jóvenes promesas de las ligas europeas con fichas mareantes. Son fieles a la idea del bueno de Karl de que la única función del capital es la acumulación de capital. Y para eso necesitan ser competitivos. ¡A por ellos! Mi última gran oportunidad dicen unos, mi primera dicen otros. Y se largan. Los chinos actúan con paciencia oriental: poco a poco la gota del lucro horada la piedra. Mientras, la burbuja crece. El fútbol norteamericano sigue el mismo camino aunque no hay Estado.

Cuarto axioma: el fútbol es la guerra. Se pretenden implantar nuevas tecnologías como el Video-arbitraje (VAR) o el Ojo de Halcón en situaciones cruciales como penaltis, goles, tarjetas rojas directas o identidad del autor de una infracción. El mal perece y el bien prevalece. Chorradas y error grave. Bajarán los ingresos. El negocio se resentirá; en mi opinión, las nuevas tecnologías no tienen futuro. El fútbol no tiene nada que ver con los valores edulcorados de justicia y equidad porque es como la vida misma, ya saben: sin moviola, “valores” ni zarandajas. Por eso nos gusta. Me parto de risa con tópicos como merecimos más, el empate hubiera sido más justo o el arbitraje nos perjudicó gravemente. O con la defensa hipócrita de algunos periodistas de códigos éticos en el campo, en la grada y en los aledaños del estadio. ¿A quién le interesa un fútbol sin bronca, errores garrafales del árbitro (al que los jugadores intentan engañar en todo momento por orden del míster), insultos y entradas brutales? ¿Qué va a contar la radio por la noche y por el día la prensa del ramo? Son los propios clubes los que financian bajo cuerda y protegen a los ultras, guardan la parafernalia en los sótanos y cuando se produce alguna puñalada, los directivos se mesan los cabellos, se rasgan las corbatas de doscientos pavos, claman al cielo y toman medidas que duran quince días. Expulsan al culpable que va a la cárcel y tal día hará un año.

Quinto axioma: siempre merece ganar el que gana. Un equipo puede tener el noventa y nueve por ciento de posesión del balón, tirar veinte veces al poste y chocar con el acierto del portero rival y los errores del árbitro, además de recibir un solo gol en una jugada aislada y chapucera. Pero el fútbol no consiste en dominar al rival, ni tirar al poste, ni hacer que se luzca el meta contrario, ni sufrir las cantadas arbitrales sino en enchufarla. Lo demás es falsa moral y metafísica barata de la que viven los tertulianos, analistas y teólogos del fútbol. Hay personajes en la boca de todos.

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