martes, 22 de noviembre de 2016

El cristianismo


Conocemos con certeza muy poco de la figura histórica de Jesús, tanto de su vida y enseñanzas como de las creencias exactas de sus discípulos y seguidores antes y después de su muerte. Con seguridad sabemos que fue crucificado por orden de Poncio Pilatos como culpable de un delito de sedición, es decir, de un delito civil y no religioso, y que tras su muerte se formó la primera gran comunidad cristiana bajo la presidencia de su hermano Santiago.
La investigación histórica sobre el clima religioso de la Palestina de entonces ha dado lugar a varias hipótesis sobre la figura de Jesús: revolucionario zelota, asceta y gnóstico esenio, jasid galileo, maestro y profeta carismático...
En este marco ideológico se debe situar el primitivo cristianismo y considerarlo como una secta judaica en el clima de mesianismo escatológico (esperanza en la próxima llegada de un mesías o salvador) propio de la época. En todo caso, lo de menos fue si Jesús se proclamó a sí mismo o no mesías y que género de mesías; lo importante es que así fue considerado por sus discípulos y seguidores.
Sabemos también que sus partidarios superaron el trauma de su desaparición descartando la esperanza judaica en la instauración de un inminente reino terrenal, sustituyéndola por una salvación de carácter individual y espiritual, además de sostener una visión lejana y trascendente del futuro reino de Dios.
En realidad la mayor parte de lo que sabemos de Jesús se debe a la interpretación teológica (no histórica) de su figura contenida en los escritos del Nuevo Testamento. Los propios cristianos la denominan “historia sagrada”. El Nuevo Testamento es la parte de la Biblia formada por un conjunto canónico (autorizado por la Iglesia) de libros escritos después del nacimiento de Jesús. Estos escritos son los siguientes:
- Evangelios Sinópticos y Evangelio de San Juan. Los primeros se llaman así porque sostienen un mismo punto de vista sobre la figura de Jesús, es decir, tienen un esquema narrativo muy similar y parten de una tradición común basada en relatos de los Apóstoles, otros testigos presenciales y tradiciones orales consideradas fiables. Son los Evangelios de Marcos, Mateo y Lucas y están escritos entre los años 50 y 80 d.C. El cuarto evangelio es el de Juan y está escrito con posterioridad al año 95 d.C. No sigue el esquema de los Sinópticos y dispone de fuentes propias o independientes señaladamente helenísticas.
- Cartas de San Pablo (50 d.C.). Son las epístolas a los Romanos I y II, a los Corintios I y II, a los Gálatas, a los Efesios, a los Filipenses, a los Colosenses, a los Tesalonicenses I y II, a Timoteo I y II, a Tito y a Filemón.
- Codex Vaticanus. Es del siglo IV d.C. Está escrito en griego y se trata de la Biblia completa más antigua que se conoce (contiene toda la Sagrada Escritura, tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento). Se encuentra en la Biblioteca Vaticana.
- Codex Sinaiticus. Es del siglo IV d.C. Está escrito en griego y contiene la totalidad de los textos de la Biblia, incluida la primera versión del Nuevo Testamento y el Testamento Antiguo Griego, conocido como el Septuaginto, que incluye textos apócrifos.
-Codex Alexandrinus. Es también del siglo IV. Contiene, como los otros dos anteriores, la Biblia completa en griego. Fue encontrado en la ciudad de Alejandria, en Egipto.
- Los Rollos de Qumrán, una colección de 972 manuscritos que se hallaron en unas grutas situadas en Qumrán, a orillas del mar Muerto. Están fechados entre los años 250 a.C. y 66 d.C. Constituyen el testimonio más antiguo encontrado hasta la fecha de los libros de la Biblia hebrea.
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La formación definitiva de la nueva religiosidad cristiana durante el periodo helenístico romano es el resultado de la síntesis de dos grandes influencias: filosóficas y religiosas. Esta distinción, aunque aceptable, no siempre resulta clara por la dificultad de trazar en esta época fronteras precisas entre contenidos filosóficos y religiosos.
El rasgo más característico del clima ideológico en que nace el cristianismo es el acercamiento mutuo y el intento de fusión entre religión y filosofía. El resultado fue una religiosidad de carácter sincrético (resultado de la unión de influencias muy diversas) y ecléctico (opta por aquellas influencias que mejor se adaptan a su núcleo doctrinal).
Influencias Filosóficas.
- Estoicos (siglos I-III d. C.): entre sus principios están la preocupación por la salvación personal, existencia de un orden divino en la naturaleza, aproximación al tema de una naturaleza creada, misión salvadora del saber, espiritualismo, y una ética universalista, igualitaria y fraternal.
- Neopitagóricos (siglo I d. C.): sus ideas más características son el dualismo cuerpo-alma, un misticismo exacerbado, la escuela como una secta de elegidos y la unidad entre religión y filosofía.
- Neoplatónicos (siglos I-III d. C.): su núcleo argumental es la teoría de la creación de los seres como emanación por grados a partir de lo Uno.
 
Influencias religiosas.
- Religiones mistéricas (siglo I d. C.): Lo esencial de los misterios (Dionisos, Atis, Adonis, Osiris, Zagreus, Mitra) es el culto a un dios que muere y renace, que se humaniza mediante el dolor y la muerte.
- Hermetismo (siglos I-III d. C.): Entre las ideas del Corpus Hermeticum, atribuidas a la revelación del dios egipcio Thot (para los griegos Hermes Trimegisto), están la creencia en un dios-padre que es sabiduría absoluta y el Verbo su hijo. La afirmación de que el hombre y la naturaleza han sido creados a partir de dios. La formulación del mito de la caída como acercamiento al tema de la finitud y la muerte. El reconocimiento de la inmortalidad y divinización del hombre y el ascenso del alma a dios (tema egipcio por excelencia) en virtud de un don personal otorgado por la divinidad.
- Gnosis (siglos II-III d. C.): El gnosticismo es una forma de saber anterior y más amplio que el cristianismo, en el cual influyó decisivamente, aunque posteriormente fue considerado erróneamente como una herejía cristiana. Para los gnósticos la auténtica sabiduría consiste en el conocimiento de la realidad suprasensible o divinidad que se logra mediante un doble camino: de ascenso del hombre hasta dios de carácter intelectual y ritual; de descenso de dios hasta el hombre en forma de revelación y redención salvadora.

La síntesis final entre estos elementos ideológicos (filosóficos y religiosos), que lleva a la definitiva formulación de la religiosidad cristiana, se debe, sobre todo, a San Pablo y a su personal interpretación de la figura de Jesús (Cristología). La elaboración paulina acabo por imponerse a las ideas del primitivo judeo-cristianismo e inauguró una doctrina que culminara en el siglo IV con la implantación de la ortodoxia religiosa por parte de la Iglesia Romana. Entre los principios doctrinales más significativos de la síntesis citada están las siguientes: divinización de Jesús, filiación divina de Cristo, doctrina de la redención del género humano con arreglo a un plan preestablecido por Dios, interiorización de la salvación, introducción de la dualidad cuerpo-alma, doctrina de la fe individual y de la gracia como un don otorgado por Dios, predestinación divina, ética individual basada en la en los valores de resignación y mansedumbre, actitud política fundada en la obediencia y aceptación del poder establecido, espiritualización y trascendencia del reino de Dios, y necesidad de una iglesia institucional y jerárquica.

viernes, 18 de noviembre de 2016

La mili


El servicio militar obligatorio fue suspendido en nuestro país por Real Decreto el 31 de Diciembre de 2001. Decía literalmente:
El Consejo de Ministros ha aprobado un Real Decreto por el que se adelanta al próximo 31 de diciembre la suspensión de la prestación del Servicio Militar, con lo que se hace efectiva la voluntad del Presidente del Gobierno de adelantar el fin del servicio militar, tal y como anunció en su discurso de investidura ante el Pleno del Congreso. El Ministro de Defensa ya había anticipado en su comparecencia ante la Comisión de Defensa que el Servicio Militar finalizaría el 31 de diciembre de 2001. En consecuencia, desde el 1 de enero de 2002 todos los soldados y marineros serán profesionales.
Suponía el final de la famosa “mili”, de los sorteos de quintas, de la milicia universitaria y las prórrogas por estudios. Cuando los varones cumplían 21 años, fuera el uno de enero o el 31 de diciembre, se entraba en quintas. Por cierto, ¿saben de donde proviene el nombre de quintos? Es curioso. Infórmense en Google, la versión digital del espíritu absoluto de Hegel.
Para la mayoría de los jóvenes el servicio militar era una lamentable pérdida de tiempo y el deber, el "honor" más bien, de contribuir a la defensa de la patria durante dieciocho meses les sonaba a música celestial. No obstante, para muchos mozos de las zonas rurales profundas era la oportunidad de salir de los surcos del terruño y conocer nuevas gentes y nuevas tierras. Muchos eran analfabetos. También de buscar otra forma de ganarse la vida que no fuera el arado.  
Batallitas de la mili las hay de todos los colores y tamaños, cada cual tiene la suya. La mía es breve porque me libré de hacerla. Pero tiene su miga y me apetece contarla como a todo el mundo.
Primero te llegaba una carta o cédula de citación recordándote tus obligaciones militares y en letra pequeña lo que te podía pasar si no las cumplías (años más tarde se admitió la objeción de conciencia que era peor que hacer la mili). Tenías que presentarte el día fijado en la caja de reclutas (“la zona” la llamaban en Cuenca, al lado del Parque de San Julián). Había un largo pasillo flanqueado por bancos de madera y algunas puertas sin cartel de aspecto burocrático; al fondo, estaba el despacho del Capitán Sanmartín donde se cumplimentaban los trámites de alistamiento y sorteo. Los bancos estaban llenos de mozos, algunos de pie y muchos sentados en el suelo a la espera de que un sorche los llamara por orden de lista para entrar en el despacho. De pronto cruzó el pasillo una rubia despampanante, Paula, antes Pablo (en las capitales pequeñas todo el mundo se conoce). Por supuesto se armó la de San Quintín y la cosa comenzaba a desmadrarse si no hubiera salido por una de las puertas un sargento de los de antes que puso orden con cuatro bocinazos. Miró con asombro a la rubia, le hizo en voz baja un par de preguntas y le dijo con aprensión: Acompáñeme al despacho del capitán. Silbidos y protestas, ¡ese tío se cuela, que no se la cuele sargento, nuestra cola va antes!
Cuando me tocó el turno, el capitán me saludó por mi nombre. Era amigo de mi padre. Muchos fines de semana salían de caza juntos. Me dio los papeles para la exención y los formularios. Los últimos no tenía que rellenarlos pero me señaló un ejemplar que le pedí (me miró con sorna). Te hacían preguntas sobre si eras o no creyente y de qué religión, si te interesaba la política, en tal caso qué ideas tenías, qué era para ti la democracia, tus valores morales sobre la familia o la homosexualidad, tu adhesión al movimiento nacional, etc. Al menor desliz la pifiabas, imaginé.
Al cabo de un mes me llegó una carta del Ayuntamiento para que me presentara en el Hospital Militar Gómez Ulla de Carabanchel tal día a las ocho de la tarde. ¿Qué hora tan rara pensé? Allí acudí con toda clase de certificados médicos y pensé que a las once como muy tarde estaría de vuelta en casa de mis abuelos. Pero no, tras las debidas comprobaciones, el oficial de guardia me dio un pijama gris y una chapa numerada y me dijo que después de la cena a las nueve pasaría la noche en la sala de enfermos, heridos o dados de baja, como todos los que alegaban exención del servicio militar.
La cena fue un aviso. Mesas de seis en el amplio comedor. Servían los platos los reclutas de cocina. El que nos tocó tenía el pelo grasiento y las uñas negras. Me imaginé las perolas y cazuelas. Cuando mis compañeros vieron que no me comía el puré amarillo con tropezones y las albóndigas en salsa me comentaron que aquello era un banquete comparado con el rancho del campamento. Unas vacaciones pagadas. Tras lo cual se repartieron mi cena con justicia distributiva. A las diez en la cama estés. El dormitorio era una sala enorme de 30x15 metros repleta de camas de hospital en batería. Barrotes blancos, manivelas y poleas. El pijama me quedaba enorme. Los que estaban a cada lado ni me saludaron. No tenía sueño y hablar estaba rigurosamente prohibido una vez que a las diez y cuarto se apagaban las luces. Eso no impedía los gritos obscenos de rigor (¡imaginaria, tengo línea con la península, imaginaria me han recetado un polvo, imaginaria ya me viene!) seguidos de una sinfonía de pedos y risotadas. Tras las amenazas de rutina, se hacía el silencio y sólo flotaban en el ambiente los lamentos y quejidos de los enfermos. ¡Después de mucho andar y caminar repetía uno! Hasta que le taparon la boca con un calcetín, deduje. Al día siguiente me enteré que había perdido una pierna en unas maniobras militares.
A las siete, arriba los que podían. Desayuno espartano en el comedor. Antes, una monja alférez dirigía el rezo de un misterio del rosario. Al cabo de varios padrenuestros se dirigió a mí.
- Usted no reza.
- Claro, pero en silencio, para mí mismo, es más espiritual…
- Déjese de cuentos o se queda en ayunas. Quiero oírle alto y claro (la amenaza era más bien un incentivo).
A las nueve, comenzaban las consultas. El primer día no me atendieron. Plantón en la sala de espera. Allí comencé a leer El Conde de Montecristo que me había prestado mi abuelo. ¡Bendito libro!
- ¿De qué va? Reconocí a mi compañero de cama de la izquierda, un pelirrojo flacucho que se sentó a mi lado. Estas aquí para librarte de la mili, añadió.
- De aventuras, dije vagamente. Y tú por qué estás.
- Por la sífilis, lo barato sale caro.
Di un respingo y me aparté medio metro. El otro se rió de buena gana.
- No te asustes, esta noche no pienso meterme en tu cama…
El segundo día, agua. El pelirrojo consiguió entrar y salió con cara de cabreo. Vuelvo al cuartel, me dijo sobre la marcha. ¡Cuidado con las señoras que te complican y se enamoran! (como en la canción) le aconsejé. Se volvió y me hizo una peineta. El libro de Dumas iba en buenas. Al acostarme imaginaba como evadirme del Hospital, igual que Edmond Dantès del Castillo de If. Era la mejor forma de dormirme pronto.
A la tercera fue la vencida. Entendí por qué todo iba tan lento. Media hora de exploraciones y papeleo. Dos médicos se ausentaron durante diez minutos y hasta que volvieron todo quedó parado. Lo único que me dijeron durante el tiempo que estuve en la consulta es que ya podía vestirme y que me llegaría una certificación en el plazo que marcaba la ley.
- ¿Puedo irme a mi casa, pregunté tímidamente?  
- Enseñe este parte de alta en el puesto de salida (me dijo la monja).
Al cabo de tres meses recibí una llamada del Capitán Sanmartín para que me pasara por la zona a recoger mi certificado de exención. Se había ocupado de pedirlo personalmente. Al final no pude reprimir  la indiscreción de preguntarle por el recluta Paula. ¿También había tenido que pasar por el Gómez Ulla?
- Se ha librado de la mili me contestó. Los psiquiatras lo han declarado incompatible con el ejército. Lo mejor. Imagínate el lío. Vive en Barcelona, según consta en su expediente aunque está empadronado aquí. Conozco a su familia. Vaya usted a saber…
Le di las gracias y me despedí cordialmente. Seguro que mi padre conocía mas detalles del asunto...

viernes, 11 de noviembre de 2016

Las novatadas


Soy de los que se han alegrado de que por fin se hayan prohibido las novatadas en los Colegios Mayores. El tema ha llegado hasta el Senado que las ha vetado. Tolerancia cero para el próximo curso. Lo cierto es que llevan prohibiéndolas en vano durante décadas. Estoy convencido de que se siguen haciendo. Es difícil erradicarlas porque la sociedad las considera chanzas de estudiantes más o menos gruesas y además los directores de los Colegios, como es lógico, no tienen interés en expulsar a la mitad de sus pupilos nada más comenzar las clases y enfrentarse después con sus padres que ya han pagado las matrículas y la primera cuota mensual. Francia las incluye en el código penal (hasta seis meses de cárcel y multas elevadas) pero se repiten sin solución. Este año en Lyon ha habido graves incidentes. Como recordaba el diario El País, se trata de una ilegalidad que se resiste un año tras otro.  Muchas no son bromas pesadas, ni gamberradas, sino auténticas vejaciones y vandalismo. La culminación de estas prácticas ha sido la tragedia de Portugal con seis muertos en un acantilado tras un ritual iniciático de alto riesgo aún sin esclarecer, pues el único superviviente, el jefe del grupo, lo niega todo.
Hay páginas web en las que se sugieren “novatadas graciosas”, incluso hay veteranos que intercambian información sobre posibles “variantes y novedades”. Es cierto que muchos estudiantes no están en contra porque, según dicen, “ayudan a conocer a tus nuevos compañeros, son hasta divertidas si no se pasan de la raya y culminan en la fiesta del novato, donde todos quedan amigos para siempre”. No comparto la opinión sadomasoquista de estos jóvenes. Desde mi punto de vista, las novatadas son degradantes aunque no te toquen ni un pelo.
También hay una Asociación No Más Novatadas que enumera algunas de las más comunes. No olvidemos que los Colegios Mayores actuales son mixtos.
- Novatos embudos de bebidas.
- Novatos cenicero.
- Duchas heladas, tras despertarlos varias veces durante la noche.
- Lavado de dientes con la escobilla del retrete.
- Depilado de piernas en los chicos.
- Pintarles un testículo de verde y otro de rojo para hacer de semáforos.
- Simular la felación de una novata poniendo un plátano en la bragueta del novato.
- Tumbar a la chica en bragas y sujetador boca abajo, ponerle una manzana entre los muslos y tratar de que los nuevos se la coman (los veteranos se apuntan gustosos a la “performance”).
- Tartazo al novato.

Mientras cursé los estudios  de la carrera viví durante cuatro cursos en un Colegio Mayor de Madrid muy popular. Entonces eran sólo de chicos, por supuesto. Prefiero no dar nombres. Las novatadas eran entonces un rito de iniciación universitario no sólo tolerado por la autoridad académica, sino justo y necesario. El primer año, por tanto, tuve que soportarlas en todo su esplendor. Tres veteranos de aspecto sombrío me despertaron a la tres de la madrugada dando gritos y porrazos en la puerta, ¡arriba puto novato, estás en la lista de la Gestapo!
Simularon un interrogatorio musculoso en el que yo era un colaborador de la resistencia y tenía que cantar. Flexo en la cara, insultos, preguntas personales inadmisibles, empellones desagradables, remojones con un vaso de agua con escupitajos, pasta de dientes por el pelo… hasta que a uno, algo bebido, se le fue la mano y me largó un guantazo que hizo volar mis gafas por la habitación. Uno de los cristales se hizo añicos. Se dieron cuenta de que se habían pasado tres pueblos y sin más explicaciones se largaron a dar la murga a otro infeliz. Tuve suerte, la tortura sólo duró un cuarto de hora. Por supuesto no dije ni pío a nadie.
A mi vecino de enfrente, la noche siguiente (lo pude ver por una rendija), dos energúmenos se empeñaron en sacar la puerta de su habitación de los goznes como entrante de la “broma”, pero el novato, un aragonés recio de más de uno ochenta les advirtió que al primero que lo intentara le partía la cara de una hostia. Recularon, supongo, para buscar refuerzos, pero que yo sepa no volvieron. Las novatadas más celebradas en mi Colegio Mayor eran las carreras de cuadrigas por la Avenida de Séneca, con cuatro novatos tirando del carro y un veterano auriga con un látigo hecho con palo y cuerda. Al acabar, los corceles debían comer hierba fresca en el Parque del Oeste para recobrar las fuerzas. Otra era el estirasoga entre novatos, diez en cada lado y la piscina por medio, diez caían al agua y diez se salvaban… por el momento. Pero una multa de proporciones muy notables llegó a la dirección del centro y calmó los ánimos durante un tiempo cuando en una ocurrencia sin par metieron como su madre lo trajo al mundo a un pamplonica de notables atributos masculinos en un baúl de mimbre que los autores birlaron de la lavandería; lo llevaron en una furgoneta hasta la Gran Vía, lo bajaron entre cuatro, le dijeron que rezara tres padrenuestros y dos avemarías y después saliera del escondite. El tiempo justo para aparcar en la acera de enfrente y no perderse el espectáculo. El escandalazo en aquella época fue mayúsculo (hoy la gente pasaría de largo creyendo que era el número fuerte de un mendigo) y cuando la policía le echó el guante y les contó lo que había pasado, la cosa llegó hasta “las más altas instancias”. Hubo expulsiones y amenazas, reuniones a cara de perro, llanto y crujir de dientes, pero al curso siguiente continuaron, ni qué decir tiene, las novatadas. Puedo decir, sin ninguna vanagloria, que jamás hice ninguna a nadie ni nada que se pareciera y en la medida que estuvo en mis manos estuve totalmente en contra e hice todo lo posible por impedirlas. Muchos como yo también lo intentaron. Pablo Aragonés ha realizado un estremecedor film autobiográfico, Novatos.