viernes, 11 de abril de 2014

El jardinero y los 48 enanos


He sacado la noticia El jardinero y los 48 enanos de la hemeroteca del diario francés Libération, sección de sucesos. La resumo porque tiene su fondo triste y alegre, como la vida misma.

Un hombre de 68 años ha sido arrestado ayer por robar enanos de adorno. A lo largo de dos años, Arthur, un jardinero jubilado, había acumulado en su pequeño jardín de 30 metros cuadrados un total de cuarenta y ocho enanos de cerámica, arcilla o resina. La policía fue alertada por un vecino que encontraba extraña la proliferación de estos simpáticos hombrecillos en el jardín colindante al suyo y todavía más extraña la tendencia de su vecino a limpiarlos y repintarlos con frecuencia.  
La policía ha relacionado inmediatamente este hecho con las numerosas denuncias de robos de objetos de decoración de jardín puestas en las comisarías y gendarmerías de la región.

Lo que sigue es un extracto de la conversación publicada por la prensa (sin que se conozca el origen de la grave filtración) entre el psiquiatra de la policía André Duclos y el jardinero detenido.

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Psiquiatra. ¿Por qué se lleva los enanos de los jardines vecinales y los coloca en el suyo?

Arthur. Porque están muy solos. Cada vez que paso delante de un jardín y encuentro uno sin amigos, sin nadie con quien hablar, quiero llevarlo con los otros…

Psiquiatra. ¿Cómo sabe que está muy solo?

Arthur. Porque me lo dice.

Psiquiatra. ¿Habla con ellos?

Arthur. Algunos no hablan conmigo, pero la mayoría sí.

Psiquiatra. ¿Qué le dicen?

Arthur. Si puedo sacarlos de allí. Sólo me llevo a los que me lo piden.

Psiquiatra. ¿Quiere decir que algunos no se sienten solos y no desean ir a su jardín?

Arthur. No sé cómo se sienten. Dicen que no desean venir.

Psiquiatra. ¿Sabe por qué no quieren irse?

Arthur. No dan explicaciones. Quizás les gusta la soledad o han perdido la alegría o van a morir pronto y no quieren entristecer a los demás.

Psiquiatra. ¿Es usted consciente de que no está bien entrar en el jardín del prójimo sin que lo hayan invitado y menos aun llevarse los enanos sin pedir permiso a sus dueños?

Arthur. Si se lo pidiera me dirían que no, estoy seguro.

Psiquiatra. ¿Lo ha intentado con alguno de los dueños?

Arthur. No. Además, los enanos no tienen propietarios, simplemente han sido vendidos y comprados sin pedirles permiso, sin saber lo que opinan.

Psiquiatra. ¿Los enanos hablan entre ellos cuando está usted presente?

Arthur. Claro, cuando estoy presente y cuando no estoy.

Psiquiatra. ¿Cómo sabe que hablan cuando usted no está?  

Arthur. Porque me lo comentan. Alguno puede decirme: ayer por la noche cuando te fuiste hablamos de ti.

Psiquiatra. ¿Se acuerda de lo que comentan de usted?

Arthur. En general cosas buenas, son muy amables, les gusta estar conmigo.

Psiquiatra. ¿Se quejan de algo en especial?

Arthur. Sí, a veces echan de menos a otros amigos. Me piden que vaya a buscarlos.

Psiquiatra. ¿Cuando sale a buscarlos, cómo reconoce a los amigos? Es decir, cómo diferencia a unos enanos de otros.

Arthur. Porque pregunto.

Psiquiatra. ¿A los enanos?

Arthur. Claro.

Psiquiatra. ¿Qué les pregunta?

Arthur. ¿Eres François, el primo de Christophe?

Psiquiatra. ¿Siempre acierta con el que busca?

Arthur. No; pero me dicen donde está si lo saben.

Psiquiatra. ¿Cómo pueden saberlo?

Arthur. Muchos estaban amontonados en el mismo almacén. Cuando los venden, se despiden, hablan, se saben cosas.

Psiquiatra. Cuando acierta, baja al jardín y se lo lleva en el coche.

Arthur. Yo más bien diría que se viene conmigo porque lo desea. Ya se lo he dicho.

Psiquiatra. Por cierto, ¿hay entre los enanos hombres y mujeres?

Arthur. Por supuesto, y niños y viejos...

Psiquiatra. ¿Hacen otras cosas los enanos aparte de hablar con usted y entre ellos? Se lo digo porque no parecen moverse. ¿O me equivoco?

Arthur. Hacen lo que cualquier ser humano, sólo que duermen en mi jardín.

Psiquiatra. ¿Quiere decir que andan, comen, se enfadan o se enamoran?

Arthur. Por supuesto, son seres vivos como usted y yo. Es curioso: los he visto tristes pero nunca enfadados.

Psiquiatra. ¿Pueden tener relaciones sexuales, hijos?

Arthur. No lo sé. Probablemente cuando son libres, sí.

Psiquiatra. ¿Dónde viven cuando están en libertad?

Arthur. En los bosques. ¿No conoce la vida de los gnomos?

Psiquiatra. ¿Usted les ha visto alguna vez hacer esas cosas de las que hablábamos antes?

Arthur. No. Conmigo sólo hablan; prefieren relacionarse cuando nadie los ve. Aunque muchas veces me cuentan lo que han hecho la noche anterior.

Psiquiatra. ¿Sólo se relacionan de noche?

Arthur. Sí, así es.

Psiquiatra. ¿Sabe usted por qué?

Arthur.  De día duermen, al revés que nosotros.

Psiquiatra. ¿Y qué hacen por la noche?

Arthur. Se reúnen formando un círculo y hablan de sus familias, de sus padres, de las esposas e hijos que dejaron muy lejos y quizás no vuelvan a ver. Rezan por ellos y para que algún día vuelvan a ser libres.

Psiquiatra. ¿Se siente usted acompañado, satisfecho, incluso feliz hablando con los enanos de su jardín?

Arthur. Sí, son mis mejores amigos.

Psiquiatra. ¿No le gusta hablar o relacionarse con otras personas?

Arthur. ¿Qué no sean enanos, quiere decir?

Psiquiatra. Sí, gente como usted o yo, ya me entiende...

Arthur. También lo hago, pero me caen mejor los enanos.

Psiquiatra. Creo que ya conocemos a los enanos. Ahora hablemos de usted...

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Las “razones” de su generosidad han dado con Arthur en un centro psiquiátrico dónde sabemos que le han diagnosticado una esquizofrenia avanzada. Los médicos de la institución no han autorizado “por el momento” la visita de la prensa al jardinero. No sabemos, por tanto, si sus verdaderos amigos se han ido con él para hacerle compañía.

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