Uno de los motivos más
recurrentes de la filosofía occidental es el problema del yo o sujeto
antropológico. Ha recibido diferentes tratamientos según el
pensamiento de los distintos autores, corrientes o escuelas; entre otros, el
dualismo cuerpo-alma (espiritualista en Platón y naturalista en Aristóteles),
el yo pienso o
sustancia pensante cartesiana, la identidad personal en Hume… En Kant podemos
distinguir hasta tres conceptos complementarios del sujeto: psicológico, lógico
y metafísico.
El sujeto
psicológico tiene
un carácter puramente empírico interesó menos
al filósofo de Königsberg. Kant afirmó que la filosofía crítica no se ocupa del
sujeto psicológico, sino la antropología científica (versión ilustrada de
la actual psicología experimental). Su objeto incluye los aspectos
neurofisiológicos y psicológicos de la sensación (facultad de la sensibilidad
en términos kantianos) o la formación de conceptos a partir de la experiencia
(facultad del entendimiento). En general, la antropología científica trataría
de los procesos o afecciones mentales y sus causas orgánicas.
El sujeto
lógico, es la unidad o soporte lógico de las condiciones
trascendentales del conocimiento, es decir, de aquellas condiciones a priori
(previas o que preceden a la experiencia) que pone el sujeto (espacio-tiempo,
categorías, esquemas trascendentales y principios del entendimiento puro) y
hacen posible el conocimiento de cualquier objeto. A este sujeto constituyente
o soporte lógico de tales condiciones, Kant lo denomina "apercepción
trascendental". La obra principal de Kant, Crítica
de la razón pura, se ocupa de la exposición completa de las
condiciones trascendentales o a priori del conocimiento.
El sujeto
metafísico, el alma, es el resultado de la síntesis absoluta
(más allá de la cual no es pensable una síntesis posterior) que la razón hace
de la totalidad de la experiencia interior. Se trata de una síntesis
especulativa o trascendente ya que la síntesis trascendental más general que
realizamos de la experiencia interior en el tiempo y a la que podemos
aplicar correctamente las categorías sería, por ejemplo, la memoria o la
personalidad, pero no el alma.
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Sólo tenemos
conocimiento empírico o directo del sujeto psicológico y sus afecciones, ya que
los fenómenos mentales, es decir nuestras vivencias internas, se dan de forma
inmediata en el tiempo de la consciencia.
El sujeto trascendental
no puede ser conocido empíricamente (no somos conscientes de su existencia)
porque es anterior a la constitución misma de cualquier conocimiento, sea
externo o interno. La existencia y organización trascendental del sujeto lógico
se deduce de la actividad epistemológica de la razón humana y sus consecuencias
científicas (por ejemplo, la física o las matemáticas).
Por definición, tampoco
podemos conocer empíricamente el sujeto metafísico, el alma, ya que se trata de
un objeto especulativo o trascendente, más allá de la experiencia y de las
condiciones trascendentales de cualquier conocimiento posible.
Kant propone la existencia del alma como un postulado de la razón
práctica. Un postulado es una proposición (“el alma existe”) no comprobable
empíricamente (no es una ley física) ni demostrable formalmente (no es un
teorema matemático), pero necesaria para que no se derrumbe el edificio entero
de la moralidad. Para Kant (el Kant menos ilustrado) la inmortalidad del alma
es la única garantía pensable del progreso indefinido de la virtud más allá de
este mundo hasta alcanzar la perfección moral o el bien supremo; se trata,
según el filósofo, de un ideal irrenunciable de la razón práctica.
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