miércoles, 20 de enero de 2010

Monumentos y compras


En primer lugar, si de verdad queréis disfrutar del arte monumental gallego tenéis que viajar al norte para seguir la ruta del románico o camino de Santiago, que como sabéis está jalonada por antiguas y bellas iglesias situadas en parajes no menos sorprendentes. La más bella de todas es la catedral de Santiago, esa inapreciable joya, promovida por el obispo Diego Peláez y dirigida por el Maestro Esteban en torno a 1075, que se abre en el pórtico de la Gloria y se esconde por el exceso de la iglesia barroca que se levantó sobre ella, la única en que se fijan demasiados peregrinos sin entender finalmente el sentido religioso de su larga andadura.
El pueblo al que nos referíamos es Valença do Minho, al lado de Tuy y en la misma frontera con Galicia. Se trata de una ciudadela fortificada junto al río de origen medieval desde la que los portugueses se dedicaban a vigilar con sus cañones de bronce a sus vecinos españoles (ahora se dedican a aligerarles los bolsillos). Si os asomáis a la espléndida vista del río podéis ver el antiguo puente metálico que servía de aduana y que hasta la constitución de la UE era obligado (y pesado) atravesar. Desde arriba semeja una especie de Torre Eiffel tumbada y cubista, sin especial interés, por lo que no es preciso dedicarle más de unos segundos. Allí está también la reputada Pousada de San Teutonio, una de las más célebres de Portugal, con las mismas vistas que antes pero ahora sentados en una confortable silla delante de un impecable mantel blanco. Nosotros hemos ido prácticamente todos los años a comer, aunque ahora los precios son parecidos a los de parador de Tuy. Os recomiendo una tortilla de camarones como entrada y, obligado, el bacalao al horno, lo único junto con el pollo, que los portugueses hacen realmente bien. Por orden de aparición: el Bacallao a la Dourada (el mejor, pero es una lotería, porque lo hacen una día a la semana) o, en su defecto, el San Teutonio. ¡Ojo!, Las raciones son desmedidas. Se puede beber un vinho verde del año, ligeramente espumoso, no tan bueno como el albariño, pero muy refrescante y excelente compañero del pescado, además de mucho más barato.
Después, para bajar el bacalao, os recomiendo un paseo sin prisas por las estrechas y empedradas calles del Valença, por su plazas con fuentes y otros pintorescos rincones. El único problema es que toda la antigua ciudadela ha sido convertida en una tienda tentacular (me viene a la cabeza el pasaje bíblico de Jesús y los mercaderes del templo) por lo que la única posibilidad de disfrutar del pueblo es o prescindir, en una imposible visión mística, del entorno comercial o aplazar el paseo hasta las cinco de la madrugada… Como ambas cosas exigen al sufrido viajero un sacrificio exagerado debéis conformaros con ir de compras.
En este punto, lanzo un serio aviso a los incautos maridos: las señoras cuando van de compras tienen la persistente costumbre de deambular sin rumbo por todas las tiendas del pueblo, permaneciendo en cada una de ellas un tiempo interminado durante el cual, ante el requerimiento indignado de sus acompañantes, responden que lo único que pretenden es ¡Mirar a ver que hay! Esto traducido a términos más realistas significa simplemente aburrimiento y discusiones desagradables. Los maridos deben, por tanto, negarse en redondo a ir de compras o bien, una vez arrastrados al abismo por sus cónyuges, armarse de toda la paciencia de este mundo y del otro. Si, como preveo, cometen el error irreparable de elegir esta segunda opción, ahí van algunos consejos útiles: en primer lugar, no hagáis pagos con tarjeta salvo en los dos establecimientos más solventes, Azul y Albariño (y mucho menos en tiendas que utilizan un artefacto manual para pasarla). ¡Cuidado con las apreturas en los establecimientos! En Portugal también se roban carteras. En cuanto a los productos: alguna excelente botella de Oporto, ciertamente más barata que en España; cuberterías y baterías de cocina de acero inoxidable de calidad y a buen precio, para mi la mejor opción (nosotros compramos una completa de la marca Silampos al casarnos y está como el primer día); edredones nórdicos de pluma o sintéticos, estupendos; compramos uno de pluma y es excesivo para casas con calefacción.
En cuanto a manteles, sábanas, colchas y toallas variadas, es mejor que Jane hable con Ana, quien tiene la curiosa costumbre (¿manía?) de comprar algún juego todos los años para esconderlo en un armario y mirarlo con ojos brillantes una vez al mes. Si os decidís por estas bagatelas, por el mismo precio o algo más que El Corte Ingles hay por toda la tienda-pueblo un amplio y deslumbrante surtido.
Os recuerdo también que un día a la semana (los miércoles) hay mercadillo ambulante, con lo cual llueve sobre mojado. El pueblo se transforma en unas enormes “guarrerías preciados” llenas de tenderetes de patera y quincalla. Conozco a más de uno que a entrado completo y ha salido en calzoncillos…

PD. Si realmente queréis conocer algo más de Portugal atreveros a hacer algunos kilómetros y acercaos a Braga, una ciudad increíblemente moderna y europea, y a Oporto, añeja y llena de encantos (como la misma Lisboa “ciudad antigua y señorial”)…

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