lunes, 25 de enero de 2010

La estética como filosofía del arte


Es preciso concebir la estética como filosofía del arte a la que corresponde comprender el contenido de verdad de la obra, no como una disciplina autónoma dentro del cuadro general de la filosofía académica.
Ya no es posible la consideración de la Estética como una rama especializada del saber filosófico, cuya concepción del arte finalmente se diluye en una variada problemática interna, en la que cabe el ordenamiento de los géneros, las distintas categorías estéticas o las prolijas concepciones de lo bello, sin desvelar para nada el contenido concreto de las obras.
No deja de ser llamativo el permanente abracadabra de ciertos círculos filosóficos que invocan la apertura al sentido del mundo a través del arte, sin que, paradójicamente, sus escritos contengan desarrollos penetrantes ni reflexiones fiables sobre las grandes creaciones literarias, la pintura de vanguardia, la ópera después de Wagner o los orígenes del cine. Una mirada atenta descubre sorprendida que sólo abarcan un compendio autosuficiente de referencias filosóficas, algunas de las cuales son modas intelectuales, ajenas a la presencia de la verdad y con frecuencia inmersas en esas aguas oscuras y poco profundas a las que Goethe caracterizó genéricamente como “el espíritu de la pesantez”.
La primera propuesta de la estética como filosofía del arte debería ser el principio incuestionable de que la verdad no siempre se muestra en los cánones del saber filosófico y que, paradójicamente, hay más amor a la sabiduría en las grandes obras de arte que en ciertos tratados metafísicos, excesivamente venerados como revelaciones de un pretendido espíritu absoluto.
En realidad, la pretensión de una reflexión estética en la que es posible conceptualizar el arte sin entregarse a la obra, como ocurre con muchos autores de la historia del pensamiento, es actualmente una concepción inaceptable en sus premisas y estéril en sus conclusiones. La especulación filosófica que pretende identificar el arte con sus determinaciones más generales está condenada al fracaso, incluso en sus intentos más serios.
La estética es filosofía del arte, pero su función no es recaer una y otra vez en afirmaciones especulativas que terminan por describir círculos en un mundo celeste, sino investigar, hasta donde alcanza el entendimiento, en la plenitud de la obra.
Por lo demás, tampoco hay que dejarse ir al otro extremo y confundir la estética con la crítica de arte, también una reflexión iluminadora de la obra, pero desde supuestos ajenos a la tradición filosófica, incluso cuando se apodera exteriormente de ellos y los utiliza o escamotea. Ni tampoco de la Historia del arte que se centra en la evolución del arte según los distintos autores, estilos, corrientes o escuelas.
Lo que realmente hay detrás del enigma de la obra de arte y a lo cual apunta una estética genuina, no es la mera apariencia de lo bello, que se detiene en el sentido común, ni la esencia del misterio trascendente e insondable, sino la presencia iluminadora del concepto.
Con palabras de Víctor Hugo: Lo ideal no es más que el punto culminante de la lógica, así como la belleza no es más que el punto culminante de la verdad.

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